sábado, 2 de octubre de 2010

Viernes, 01 de octubre de 2010.


Hoy cuando bebía el té del desayuno me atraganté y descubrí que no podía tragar. Me asusté e intenté decirle a mi madre que llamara a una enfermera, pero no pude, me quedé sin voz. En esos momentos sólo deseaba que las oncólogas pasaran para contarles lo que me estaba ocurriendo. Nunca antes había deseado tanto que llegarán, pero eso sólo hacía que las horas se me hicieran más largas y que mis nervios fueran aumentando ¿Y ahora cómo voy a tomarme las pastillas de por la mañana? ¿Tendrán que ponerme suero para mantenerme hidratada? ¿Cuántos días estaré sin poder comer ni beber? ¿Podrán darme en estas condiciones el tratamiento? ¿Y si se retrasa más la quimioterapia la enfermedad seguirá creciendo?. Tantas dudas asaltaban mi cabeza de una forma descontrolada que me resultaba imposible pararlas. Miraba a mi madre en el sofá tumbada y no quería llorar para no asustarla, aunque me resultó imposible y terminé por contagiarla.
Estaba muy preocupada, pues hacía un par de días que me habían hecho la punción del pulmón y creía que después de eso todo iría a mejor. Pero no fue así.
Más tarde se abrió la puerta y tenía la esperanza de que fuese la oncóloga, pero era una enfermera que entraba con dos bolsas de 250ml para transfundirme sangre. Al menos con la transfusión siempre termino encontrándome mejor, aun así seguía preocupada.
Sobre las 11 de la mañana entraba Miriam acompañada de otra oncóloga y sentí un alivio momentáneo. Enseguida me preguntó cómo me encontraba y con la poca voz que me quedaba le expliqué que no podía tragar nada y que no me había podido tomar las pastillas de por la mañana. Me dijo que no me preocupara, que el esófago era muy estrecho y que la enfermedad al haber aumentado un poco lo estaría oprimiendo. De las pastillas que me quedara tranquila, que se podían dar por vía intravenosa, menos una de la que no me advirtió nada y que más tarde descubrí con desagrado que se trataba de un supositorio. Lo que deseaba era poder cagar y no que me metieran cosas por el culo, que llevo tres días taponada . Pero eso es lo de menos, porque no podrán darme el tratamiento de quimioterapia y ahora estoy pendiente de que me hagan una gastroscopia para comprobar cómo está todo mi sistema respiratorio y a qué se debe el que no pueda tragar. Además me van a volver a aumentar la dosis de corticoides para ayudar a desinflamar los gángleos que puedan estarme afectando.
Antes de que se marchara no pude evitar llorar y de nuevo me volvió a consolar "Ángel, hay que ir paso a paso, no podemos darte la quimioterapia porque corremos el riesgo de que puedas tener una hemorragia que no vamos a poder controlar y al final será peor el remedio que la enfermedad. Además, pocas veces había visto pacientes tan resistentes a los tratamientos como tú. Es tu quinta línea de quimioterpaia, llevas mucha carga encima y lo estás llevando muy bien, así que no te desamines". Escuchar palabras así me hicieron sentirme como el árbol que sembró mi padre frente a mi casa desde antes de que yo naciera y que a día de hoy sigue resistiendo a más de un huracán.
Ni el estreñimiento ni el insomnio ni el hambre ni el estar afónica ni la tos, que poco a poco ha ido desapareciendo, se llevan tan mal como la sensación de tener sed y no poder beber, más aun cuando tengo el oxígeno todo el día puesto y me reseca mucho la garganta. Pero aquí sigo y seguiré.
Después de 5 días finalmente el Flaco se ha podido quitar la mascarilla para no transmitirme el virus de la gastrointeritis y pudimos pasar la noche juntos, así mi madre ha podido descansar una noche en casa. Echaba tanto de menos sentir el calor del Flaco que no paramos de abrazarnos.
Nunca he sido buena para dar consejos y no sé si algún día lo seré, pero no midas tu vida con el tiempo, si mañana llegas tarde al trabajo pide disculpas por haberlo hecho y seguro lo entenderán, si te cierran las puertas del supermercado, no te enfades, vuelve al día siguiente más temprano, si llegas tarde al cine, despreocúpate que luego podrás descargarla. A donde quiero llegar es a que siempre he creído que mi enfermedad es como un puzzle en el que da igual cuánto tiempo te lleve formarlo, porque la recompensa es verlo terminado y cuando al fin lo consigues puedes al fin disfrutarlo. No le des importancia al tiempo y olvida las cosas del pasado que te han hecho daño. No pienses tampoco que tu vida en el futuro será mejor, porque nadie lo tiene asegurado. Disfruta tu vida, disfruta de poder dar un paseo, de poder beber, de poder comer, de poder ir sólo al baño, de poder viajar, de poder dar un beso apasionado, de poder lavarte los dientes, de poder hacer deporte, de poder estudiar, de poder trabajar, de poder ver, de poder, escuchar, de cada pequeño detalle, pero sobre todo, disfruta el día a día que son el regalo más preciado.
Sin duda, fue un día lleno de sentimientos encontrados y más después del regalo que el Flaco me adelantó por nuestro primer aniversario. De él sólo puedo decir que doy gracias a Dios por haberme enseñado el verdadero amor este último año al lado del que considero mi alma gemela. Aunque suene paradójico y a pesar de haber estado con cáncer, el Flaco me ha hecho pasar el
mejor año desde que vivo en Madrid.
Pero no fueron los únicos regalos, los padres de uno de los mejores amigos del Flaco me dieron una piedra energética y María, mi enfermera, la figura de un Santiago de Compostela cargada de un esfuerzo de 800km en bicicleta y mucha fe. Son detalles que aunque no lo parezcan sirven de pequeño empujón en el camino que vas andando.
Del alta tendré que esperar hasta que consigan estabilizarme, sólo espero que sea antes del sábado para poder celebrar nuestro primer aniversario juntos.

Buena vibra a todos.