martes, 6 de julio de 2010

Domingo, 4 de julio e 2010.


La inexperiencia de las enfermeras no es la mejor aliada de los pacientes, afortunadamente, mi umbral de dolor es más amplio que cualquiera de los que están en esta planta y no suelo quejarme demasiado. He de decir a su favor que es una enfermera muy simpática, pero no se distingue por su destreza para colocar el gripper. “Un, dos, tres respira profundo” obedezco cual fiel can que espera a cambio su recompensa, desgraciadamente, ésta nunca llega. Cuando Eva, la enfermera inexperta intenta sacar las muestras de sangre para la analítica comienzo a sospechar que algo no anda bien, puedo sentir su nerviosismo tanto como el mío, si no refluye la sangre tendrán que pincharme una vez más, sobra decir lo desagradable que es. Una jeringa a medio llenar del preciado líquido rojo es todo lo que consigue sacar. Presiona varias veces el reservorio para obtener algo más de sangre sin obtener mucho éxito. De repente, al quitar el aire de la jeringa medio llena se le pasa de la mano y me pringa toda de sangre. Se disculpa y para quitarle hierro al asunto, que ya de por sí no pintaba bien, me pregunta si he visto la película de los vampiros. Me imagino que se refiere a la saga “Crepúsculo”. Estoy perdida, mis sospechas se confirman, la enfermera no tiene mucha experiencia. Casi como una aparición divina entra en la habitación María, mi enfermera preferida y la que me ha acompañado desde que me diagnosticaron el Linfoma. Después de contarnos los 800 kilómetros que se ha hecho en bicicleta por el Camino de Santiago, se ofrece a ponerme el gripper, aunque no le corresponde mi habitación. “A mi niña no me la hagas sufrir” es lo último que dice antes de marcharse a cambiar y volver minutos más tarde. Eva se disculpa varias veces por el mal rato que me ha hecho pasar, intento convencerla de que no me importa, pero a juzgar por su insistencia creo que no se fía mucho de mis palabras.

Cómo se nota la experiencia de María, tarda pocos minutos en prepararlo todo para colocarme finalmente el gripper. A penas siento el pinchazo que entra por segunda vez en mi piel. La sangre refluye y tres tubos se llenan para la analítica de mañana. En la habitación mi madre y el Flaco son testigos de toda la situación.

Poco antes de la 23.00 me voy a la cama que mañana me esperan resultados importantes y hay que estar descansada para empezar con fuerza el nuevo ciclo de quimioterapia.

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