martes, 6 de julio de 2010

Martes, 6 de julio de 2010.

Para desayunar una noche sin pegar ojo y un cambio más de gripper. En esta ocasión por un supuesto coágulo de sangre que se ha formado en el reservorio.

De repente con el ojo entre abierto del cansancio veo entrar a Eva, la enfermera de los vampiros y la sangre. Confío en que esta vez lo hará mejor que ayer, al menos intento convencerme de que así será.

No hay vuelta atrás tengo que aguantarme y evitar que me pinchen las venas. Con voz de resignación me dice que no le queda más remedio que volver a ponérmelo. Limpia varias veces la zona y siento el fresquito del desinfectante en el pecho, presiento que es lo único agradable que voy a sentir los próximos minutos. Respiro profundo como me pide y siento el pinchazo entrar por tercera vez en mi piel. Por muchos pinchazos que me hayan dado a lo largo de este tiempo me siguen doliendo, da mucha impresión ver una aguja clavada en tu pecho. Supongo que con el tiempo irá haciéndolo mejor y no dejará un regadero de sangre por las sábanas y mi pijama. Eso sí, es una chica muy agradable, de esas que están siempre sonriendo.

De momento sigo esperando a que pasen los oncólogos para saber qué decisión han tomado, si me dan el alta o no. Mientras tanto mi madre mata el tiempo haciendo crucigramas y yo escribo estas líneas, hay que encontrar siempre el modo de distraerse para que la impaciencia no te juegue malas pasadas.

Las noches en el hospital son frías y desde la habitación aprendes a reconocer los sonidos de fuera, allí se mezclan los llantos, las ruedas de los carritos, los pasos veloces de las enfermeras y los que se arrastran con pantuflas de los pacientes, las puertas al abrir y cerrarse, las voces, el timbre para llamar al control de enfermería, la alarma de las máquinas para los tratamientos, conseguir dormir con todo este ruido se vuelve una tarea casi imposible, tanto es así, que la mayoría de las veces acabas por tomarte una pastilla.

Aquí parece que el tiempo se ha detenido, las horas avanzan lentas mientras que allí fuera el mundo sigue su curso, los niños van a la escuela, los mayores al trabajo, alguien se va de vacaciones, otros toman una caña en una terraza o simplemente se quedan en casa tirados en el sofá, es como si existieran dos realidades paralelas. En el hospital en cambio, la clave consiste en mantenerte ocupado para no agotar la paciencia y esperar a que los médicos traigan buenas noticias para estar lo más tranquilo posible. Siendo realistas a nadie le gusta estar en un hospital, quizá exista algún loco masoquista que disfrute de que le pinchen y le den comida y cama gratis.

Disminución se ha vuelto mi palabra favorita a partir de hoy después de haber leído y releído el informe de alta.

Finalmente, no podrán darme el tratamiento porque las defensas han bajado con respecto a la analítica de ayer. Estoy con una especie de emoción contenida, ya que he recibido buenas noticias y ahora me marcho a casa, pero por otro lado, se retrasa el tratamiento hasta el domingo. Me hubiese gustado quitármelo de encima desde ahora, pero no han querido macharme más, que hace falta darle un respiro a mi médula ósea para recuperarse.

Así que he vuelto a casa con los deberes, unas inyecciones de Neupogen para darle echarle un empujón a la médula ósea y mucho resposo hasta el domingo de esta semana.

Buen día a todos.

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