sábado, 15 de mayo de 2010

Domingo, 9 de mayo de 2010.


4.11 am

Y sintiéndome cada vez mejor.

El insomnio se ha vuelto apoderar de mi a pesar de haber tomado el lorazepan. Creí que esta vez iba a ser igual que la noche anterior, pero me temo que no ha ido todo tan bien. Lo siento por el Flaco que tiene el sueño muy ligero y se despierta incluso con sus propios ronquidos. Es que cuando se me prende la pila no hay quién consiga apagarla y tampoco quiero hacerlo. Me siento bien, quiero hacer cosas, quiero aprovechar el tiempo al máximo. Creo que el Flaco no comparte la misma opinión, lo he visto levantarse al baño un poco cabreado.

Continuaré más tarde si no el pobre no va a poder pegar ojo.

5.58 am

No cabe duda que la música es la mejor de las terapias, me pone tan de buen rollo que sólo puedo augurar buenos momentos para este día que a penas empieza. El Flaco parece que ha conseguido coger sueño.

8.25 am

Sigo despierta. No he conseguido volver a dormirme.

Mi madre me ha contado que se ha puesto en contacto con un sanador en Cancún que ha ayudado a mucha gente con cáncer y que ha conseguido muy buenos resultados. Ya ha empezado a trabajar conmigo desde la distancia. Tiene una fotografía mía a través de la cual me envía todo su energía positiva para que me ayude a curarme. A su vez, el Flaco también está haciendo lo propio con un compañero de trabajo que también es sanador. Nunca está de vez probar otras ayudas alternativas al tratamiento, no se pierde nada, y al contrario, se gana todo. Hay mucha gente escéptica con respecto a estos temas de curación con energías, pero no es mi caso.Creo plenamente que la mente y la energía pueden ayudar en gran parte a curarte en cuerpo y alma ¡somos energía!
Poco a poco me he ido deshinchando y ya casi no siento esa fuerza que me empujaba hacia abajo. Los efectos de las drogas están desapareciendo y cada vez me voy sintiendo mejor ¡Qué lindo sentirse bien!
Ya va quedando menos para irme de aquí, aunque esta vez se me ha pasado más rapido que otras veces. Mañana, en menos de lo que canta un gallo, estaré soplando 27 velitas en un pastel en casita, rodeada de amigos.
He vuelto al recuperar el gusto, aunque no del todo. Lo había perdido casi por completo después de este primer ciclo de quimioterapia. Es tan desagrdable esa sensación de comer y sentir sólo una papilla en la boca. Todo me sabía a nada. De hecho, hice la prueba de morder una cebolla cruda y a penas sentí un ligero sabor fuerte que desapareció a los pocos segundos de haberlo engullido. Aunque lo prefiero antes que ese espantoso sabor hierro que he tenido ya en ciclos pasados.
Cada tratamiento tiene unos efectos secundarios distintos, cada uno es un mundo. El primero que me dieron fue estando ingresada en el hospital. Todo iba tan bien hasta que me jorobaron con la punción lumbar. Fue una prueba muy traumática y dolorosa, como no iba a ser menos, pues tuvieron que pincharme unas tres veces entre las vértebras y en una de esas, me tocaron el nervio de la pierna izquierda. La pierna se movió sola y pegué tal grito que las doctoras me preguntaron si prefería continuar con la prueba mañana. Les dije que no, que ya estaba mentalizada para hacerla hoy. Al fin consiguieron sacar el líquido cefalorraquídeo. Las doctoras se justificaron diciendo que tenía las vértebras muy juntas dado que soy muy joven. Dicha prueba me dejó postrada cuatro largos días en la cama con un dolor de espalda y de cabeza insoportables. Encima, tuvieron el descaro de culparme a mí por los dolores que estaba teniendo, argumentando que no había guardado suficiente reposo. Mi madre, recién llgada del aeropuerto, me encontró en un estado lamentable, pero lo hizo justo en el momento en que más la necesitaba. Yo no esperaba que a su llegada me encontrara así de mal, pues días antes me había estado sintiendo de maravilla. Encima de todo, me dio una infección en las vías urinarias que me tuvo con fiebre durante varios días. Vamos, que lo tenía todo.
Pero el resto del tratamiento lo llevé muy bien. Me lo daban en el Hospital de Día junto a otros pacientes. Mi madre decía que era como ir a una peluquería. Llegas, te sientas, te ponen la vía y te quedas así durante 6 horas mientras pasa el tratamiento. La mayor parte del tiempo estaba dormida. Uno de los fármacos de la pre medicación me provocaba sueño. Al terminar, nos marchábamos en bus a la residencia y pasados 21 días volvía al hospital a recibir el próximo ciclo de quimioterapia. Así hasta seis veces que duró el tratamiento.
En cambio, ahora tengo que estar ingresada porque los tratamientos son más fuertes y debo estar controlada en todo momento. Áun recuerdo el mal rato que pasé cuando me dijeron por primera vez que el tumor había crecido y que, por lo tanto, no iban a poder radiarme como estaba planeado. Estaba ya mentalizada en que había alcanzando el final del tratamiento y de pronto otra vuleta hacia atrás. El Flaco y yo no lo podíamos creer. Era evidente que dejar pasar tres meses entre un tratamiento y otro el tumor iba a crecer. Y así fue. Ese día discutimos con la radióloga y nos sentimos humillados porque mi oncóloga no podía atenderme en esos momentos, aunque relamente no era culpa suya sino de radioterapia.
Lo único que me dijo fue que mi oncóloga tendría que darme un tratamiento de quimioterapia más fuerte para poder radiarme porque el tumor ya había cubierto la zona de seguridad que previamente habían marcado con cuatro puntos que hoy llevo en el pecho.
Ese mismo día acudimos a Atención al Paciente a presentar una queja por la demora y, en seguida, nos llegó una carta del hospital dando explicaciones del por qué se habían demorado tanto tiempo en tomar una decisión. Al final me cambiaron de oncólogo y fue lo mejor que pudieron hacer, porque ninguna de las dos nos íbamos a sentir cómodas después de la situación que habíamos pasado.
En diciembre de 2009 empezaron a darme un nuevo ciclo de quimioterapia, esta vez ingresada. Ha sido, sin duda, el trtamiento más duro de todos. Pasaba prácticamente las 24 horas del día conectada a la máquina y perdí por primera vez el apetito. Vomitaba todo el tiempo y sentía el estómago revuelto. Aún estando en casa me encontraba débil, malhumorada y con muchas náuseas. Pero tuve que aguantar y pasar un segundo ciclo así.
La primera regla que hay que tener presente cuando estás enfermo de cáncer es que nunca jamás te puedes venir abajo, tienes que sacar fuerza de donde sea para luchar. En este aspecto, tus seres queridos juegan un papel primordial. Son ellos los que te levantan, te empujan, te infunden la fuerza para salir adelante. En ellos reside en gran parte la recuperación de un paciente.

21.07

Hoy, ha sido el mejor de todos los días desde que estoy ingresada. Hemos aprovechado que es domingo para dar un paseo por el hospital casi desértico. Se respira una gran paz en los pasillos. A diferencia de otros días en que es un auténtico caos, gritos, gente corriendo de un lado a otro por los pasillos, los médicos que van y vienen de un lado a otro, los celadores trasladando a los pacientes a hacerse sus pruebas, los familiares impacientes que esperan noticias de sus seres queridos, los niños deslizándose por los suelos, las largas colas, los megáfonos llamando a los despistados de turno, las esperas en las salas, el bullicio, en general, de la gente.
Pero en domingo el hospital tiene su encanto. Los pasillos están solitarios, las consultas cerradas, como si todo se hubiera detenido tan sólo un instante. No hay enfermos, al menos no en las consultas, ni enfermeras ni doctores, salvo algún celador o un cartel de “cuidado suelo húmedo”.
Tras dar el paseo comemos y nos damos una ducha en pareja. Y luego, un masaje ¿Se puede pedir algo más? Me han dejado como nueva. Estoy en un estado de relajación total. Además, el tratamiento ha durado una hora ¡genial! Se han dado todas las condiciones necesarias para cerrar con broche de oro las últimas horas de mis 26 años.
Haciendo una retrospectiva de todo lo que ha ocurrido este año, puedo decir, sin temor a equivocarme, que ha sido de los mejores de mi vida. He aprovechado al máximo cada minuto, cada segundo y con la mejor compañía, el amor de mi vida. Hemos viajado a lugares mágicos, comido auténticos manjares en pueblos asturianos, escalado en medio de la naturaleza, recorrido parajes imposibles de ver de no ser porque íbamos en un todo terreno. Estoy muy agradecida de todo aquello que me ha ocurrido este año, a pesar del cáncer, lo he disfrutado más que nunca. Mañana cumpliré un año más de vida y los que me faltan. Sé que al Flaco y a mí nos esperan una infinidad de aventuras por vivir, porque nos lo merecemos después de todo lo que estamos pasando.
Ya han colgado en mi cama el cartel de “En ayunas”. A las 6 de la mañana una enfermera se pasará a tomar unas muestras de sangre del reservorio ¿recordáis aquel chisme del que os hablé que llevo dentro del pecho? Pues de allí toman la muestra, así que cuando lo hacen ni me inmuto. Después lo mandarán al laboratorio para que las oncólogas tengan la información necesaria para poder darme el alta, que es casi seguro que me la den mañana. Ese era el acuerdo al que habíamos llegado dado que era mi cumpleaños.
En definitiva, ha sido un gran día. Incluso estuvimos bailando. No sé de repente me entraron ganas y me puse a echar un bailoteo en mitad de la habitación. Se vale hacerlo, se vale estar contento, que el cáncer no es todo lamentos. Y de cena tortillita de patatas.

23.18

En menos de una hora cumpliré un año más de vida. Se dice fácil, pero a mis 26 años he vivido casi más experiencias que uno de 50. Experiencias buenas y malas, pero al fin y al cabo todas me han dejado un aprendizaje. Atrás se han quedado personas que no merecían la pena, los malos rollos, las discusiones, los trabajos clandestinos, las desveladas, los sufrimientos gratuitos, las malas vibras, lo nervios, el estrés y han vuelto las sonrisas, las alegrías, los viajes mágicos, el amor, la vida, la serenidad, la luz y la certeza de que las cosas día con día irán a mejor. Tengo todo lo que quiero conmigo, vivo, siento y con eso me contento ¡Viva la vida!

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