miércoles, 12 de mayo de 2010

Viernes, 7 de mayo de 2010.


2.13 am.

Ale y yo no podemos dormir. A lo lejos se escuchan los sollozos de una mujer que parece estarlo pasando bastante mal. He intentando de todas las maneras posibles ignorarla, pero ha sido imposible. Escuchar algo así te pone la piel de gallina, te imaginas en su lugar y prefieres esfumar ese pensamiento de tu mente para que no mengue tus ánimos. Sin embargo, hoy ha sido un día lleno de sorpresas. Sara, una gran amiga que nos ofreció su casa a mi madre y a mi cuando no teníamos dónde quedarnos, está embarazada. Desde hacía mucho tiempo que deseaba tener un hijo, pero aún no había llegado nadie para cumplirle ese deseo. La buena nueva fue aún más grande cuando descubrió que eran gemelos, aunque, desafortunadamente, uno se ha quedado en el camino. Está de dos meses y medio y ya se le atisba una pequeña tripita. Una vida nueva que llega al mundo. El bebé llega justo a tiempo pues los médicos le dijeron que corría el riesgo de perder el útero. Así que como os podéis imaginar nos hemos alegrado muchísimo con la noticia.

Insomnio. Si tuviera que nombrar esta semana sin duda sería esta palabra. Sin embargo, ayer conseguí dormir. Empiezo a plantearme seriamente pedir lorazepan, pero estoy harta de tanta medicación. He caído en la cuenta de que los oncólogos han decidido no ponerme más suero. Decisión que francamente no me sorprende porque no he perdido el apetito. Al menos así puedo moverme con libertad y dormir más a gusto. Dormir enchufada a un suero es un incordio.

6.19am

Segundo y último intento de continuar durmiendo. No he pegado ojo en toda la noche. Los gritos de la paciente de la habitación de al lado me han tenido despierta todo este tiempo. He hecho un esfuerzo por volver a coger sueño pero ha sido imposible. Lo siento por Ale que tiene que aguantar mis idas y venidas al baño y mis llamadas matutinas al otro lado del Atlántico. He llamado a mi padre a México. Afortunadamente, la diferencia de siete horas me permite hacerlo. Allí todavía era jueves cuando aquí ya era viernes por la mañana, el tiempo, algo cuanto menos curioso. Mi padre se ha quedado más tranquilo al escuchar que estoy bien y que me encuentro con fuerzas. No sabéis hasta qué punto escribir este diario me anima, es casi como una terapia.
Desde que empecé a hacerlo no paro de pensar en cosas interesantes qué contarles. Los hospitales son un mundo aparte. Siempre hay que estar bien preparado y hacerse de
un buen kit de supervivencia. El mío consiste en un portátil dotado de unos modestos altavoces, un disco duro de 300GB con cientos de películas, música, esa que nunca falte, revistas de cotilleos y moda, qué esperabais soy una chica y como tal consumo ese tipo de contenidos. Sin ellos estás perdido. Siempre puedes pagar la módica cantidad de 5 euros al día por ver la tele, pero no os lo aconsejo, créanme, no merece la pena pagar por los contenidos que hoy en día ofrece la televisión. El único inconveniente es que ver una película de corrido es una tarea imposible. Entre la enfermera que te toma la tensión, el del desayuno, las auxiliares que te hacen la cama y las chicas que limpian la habitación terminas por verla en horas. Es lo que tiene estar en un hospital.

Hoy he pasado prácticamente la mitad del tratamiento dormida. Sobre las 10.30 de la mañana el celador me recogió en la habitación para llevarme a hacerme la famosa placa del cráneo por lo de las visiones que estaba teniendo con el ojo izquierdo. Me la hicieron en cuestión de minutos.

De momento, las oncólogas traen pocas novedades con respecto al día anterior. Salvo que si la hemoglobina no remonta se plantearán hacerme una transfusión. Sería la primera vez en un año que me la hacen, así que en ese sentido soy virgen al igual que ustedes y desconozco cómo será. Supongo que me la darán como todo el tratamiento a través del port a cath. Un pequeño chismecito que me colocaron por dentro del pecho, tras haberme hecho papilla las venas con las vías y la quimioterapia. A mi parecer el port a cath o como, comúnmente, lo llaman las enfermeras “reservorio”, te libra de los miles y miles de pinchazos. Antes me pinchaban una media de cinco veces, pues tenían que estar cambiando constantemente las vías. Ahora toman las muestras de sangre para desde el port a cath. La aguja puede durar pinchada hasta un límite de seis días. Una diferencia bastante considerable si tenemos en cuenta que cada dos por tres tienen que hacerme analíticas para ver todo el tema de las plaquetas, los leucocitos, la hemoglobina y demás cositas que nos recuerdan a aquellos maravillosos dibujos de “Érase una vez el hombre”. Sí, la serie de dibujos que empezaba con una canción muy pegadiza, algo así como La vida es así, la vida, la vida es así la vida. La vida es así, llena de luz, llena de ilusión ¿os suena de algo?

Recordáis que os hablaba con anterioridad de los terribles efectos psicológicos de la morfina, pues la señora que estuvo gritando toda la noche ha recibido una alta dosis de ésta y según me ha contado la enfermera ha perdido la cabeza. No sabéis hasta qué punto te afecta la morfina. Sí, es verdad que alivia todos los dolores, pero a costa de convertirte en un auténtico vegetal. Podría haber presenciado la peor de las catástrofes sin siquiera padecer un mínimo de compasión o tristeza. No te permite pensar ni hablar, no sientes hambre ni apetito ni frío ni calor ni ningún tipo de emoción ¡Te insensibiliza! ¿Te imaginas una semana así? Las películas no me conmovían nada, es un ejemplo absurdo, pero en ese sentido suelo ser bastante sentimental. Me emociono con ellas, pero bajo los efectos de la morfina me vuelvo inmune a los dramas. Espero que nunca tengan que volver a darme morfina porque no sé cómo sería capaz de resistir los efectos psicológicos.

Finalmente, las oncólogas me dijeron que iban a reunirse con todo el equipo, cosa que me halaga y tranquiliza, para reevaluar mi caso y estudiar si es necesario un tercer ciclo más de quimioterapia.

El tratamiento está siendo más leve que otras veces, dado que estoy al límite de plaquetas. A penas dura unas 3 horas y media con la pre medicación, menos mal, porque todavía me queda por delante el fin de semana.

He conseguido dormir un par de horas después de ver la última película de una de mis directoras favoritas Isabel Coixet, hablo de La vida secreta de las palabras.

Loli, mi amiga que limpia todos los días mi habitación en el hospital me trajo un bizcocho de mandarina que ella misma preparó y cómo se nota ese toque casero. Es tan linda. Aquí ya me tienen mucho cariño y me consienten bastante, entre las enfermeras y las auxiliares me tienen entre laureles.

En un par de horas llegará Mi Flaco. Lo extraño tanto. En principio sigue en pie darme el alta el mismo lunes, sería ideal poder celebrar mi cumpleaños con el alta.

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