sábado, 15 de mayo de 2010

Martes, 11 de mayo de 2010.


He despertado y había luz. No comprobé la hora, pero calculo que serían las 7 de la mañana. Al fin he vuelto a conseguir dormir un poco. En seguida, me puse a recoger los imperfectos que dejó la cena. Lo más curioso, un plato con dos huevos estrellados y una vela en la yema, son las cosas que tienen los cumpleaños.

Ayer fue un gran día. El Flaco me recogió en el hospital después de que me dieran el alta y nos fuimos a dar un paseo. Hacía un sol estupendo. Todo indicaba que sería un gran día para celebrar mis 27 años de vida. Aún a pocas horas de haber recibido la última parte del tratamiento me encontraba bien y con más fuerzas en las piernas. De vez en cuando me entraba uno que otro tembleque en el cuerpo, pero en seguida terminaba desapareciendo.

A las 21.30 estaban todos citados para celebrar mi cumpleaños. Hicimos las respectivas compras y nos volvimos a casa para dejarlo todo a punto. Al llegar descubrimos sorprendidos que nos habían cortado la luz, así que no quedó más remedio que improvisar, dado que por ese motivo no íbamos a suspender la celebración. Así, que llenamos la casa de velas y creo que hasta le dio un toque más acogedor. Eso sí, a lo largo de la noche no sé cuántas velas volqué en el parqué. Últimamente, con todo la medicación que me están dando estoy más torpe que de costumbre.

La cena transcurrió tranquila, entre risas, chistes y alguna que otra canción que Gonzalo se tocó con la Guitarra del Jorch. Sin luz, tuvimos recurrir a la música en directo. Entre las velas, el camping gas que encendimos y la jam session parecía que estábamos de acampada más que de cumpleaños, pero fue divertido.

Este ha sido el año en que más regalos he recibido. Incluso cuando creía que los había abierto todos vi que aún faltaba otro. Todos se portaron de maravilla, creo que me consienten demasiado. Disfruté mucho de la compañía de mis amigos, tenía tantas ganas de celebrarlo fuera del hospital y, finalmente, se me cumplió todo lo que pedí.

Pero el mejor regalo de todos se hizo esperar y no llegó sino hasta las 2 de la mañana cuando nos fuimos a acostar. No hace falta que entre en detalles, os lo dejo a vuestra imaginación. Sólo puedo decir que lo disfruté tanto como si fuese el primero.

Me han dado dos semanas de libertad condicional hasta el próximo ciclo de quimioterapia. Pero no estarán libres de pruebas dolorosas.

Ayer cuando pasó Miriam, mi oncóloga de planta, para entregarme el informe del alta me dijo que tenía mucho lío para estos días. Primero, porque los Hematólogos, que se encargarán de practicarme el trasplante de médula, quieren repetir la punción de la médula ósea para descartar que el linfoma se haya extendido hasta ella. No os podéis imaginar lo dolorosa que es. Hace un año que me la hicieron y aún recuerdo como si fuera ayer el dolor que pasé cuando me atravesaron el hueso de la cadera con una especie de punzón de casi 10cm. Recuerdo perfectamente como le clavé las uñas a Inés, una anestesista residente del hospital que me acompañaba en esos momentos. Intentaban sacarme conversación para que dejara de concentrarme en lo que me estaban haciendo, pero era imposible. Era como un dolor pre menstrual pero elevado a la décima potencia. Pues esa es la puñetera prueba que me tienen que repetir. Aunque a estas alturas, con la de perrerías que me han hecho, me da un poco igual. Para cuando se acerque el día me prepararé mentalmente para no ponerme tan nerviosa y sufrir lo menos posible. Vale que te pongan anestesia, pero el hueso no se duerme con lo cual lo sientes todo, he allí el por qué de que duela tanto.

Además, tengo programado un PET para comprobar si el tratamiento está funcionando. Eso sería a finales de este mes. El 31 de mayo pasaría con Blanca Cantos, la otra oncóloga que lleva mi caso, para analizar los resultados de las pruebas y programar el tercer ciclo de quimioterapia.

Hoy por la tarde El Flaco me dará el primer pinchazo de Neupogen, la inyección que sirve para subir las defensas. Esperemos que esta vez al repartirse en varias dosis no me cause tanto dolor, porque ya he tenido bastante este último mes.

Qué bien se siente estar de nuevo en casa. Hace un día estupendo, aunque un poco nublado, el sol entra por la ventana y calienta mis piernas a la vez que escribo estas líneas. Estoy tan agustito. No hay como levantarse de la cama habiendo echado un buen, había dicho que os lo dejaría a vuestra imaginación, sí, creo que será mejor que así sea.

Esa es otra de las cosas que se llevan mal en un hospital. No poder estar en la intimidad con tu pareja. Aunque siempre se puede hacer algún que otro apaño. Lo digo porque en ese somos expertos El Flaco y yo. Una de las tantas veces que me ingresaron aprovechamos que aún no estaba enchufada a nada para hacer de las nuestras. Dado que las enfermeras y auxiliares entraban constantemente en la habitación, la única manera de conseguir un minuto a solas era en el baño. Así que ni cortos ni perezosos nos pusimos en marcha. Pero el suelo del baño era de lo más incómodo y tuvimos que interrumpir el gran momento para improvisar algo que nos permitiera continuar con el asunto en cuestión. Entonces, salí desnuda del baño a coger el colchón del sofá cama para colocarlo en el suelo y que así no nos hiciéramos daño. Todo iba bien hasta que de repente, una enfermera entró a la habitación para entregarme unas pastillas. Me quedé paralizada en la puerta del baño. Sólo se me ocurrió decir que iba a darme una ducha. El Flaco del susto se puso de pie frente a la pared como si fuese a ser fusilado y después nos entró la risa nerviosa. Afortunadamente, la enfermera no me pilló con el colchón en la mano, pero estoy segura que lo vio porque la puerta del baño estaba entreabierta cuando ella entró. Una vez superado el trauma de la enfermera inoportuna nos pusimos manos a la obra. He aquí una prueba más de que los enfermos de cáncer no perdemos el apetito sexual, al menos no en mi caso. Más adelante, le pillamos el gustillo y lo repetimos una segunda vez. Pero en esta ocasión lo teníamos todo calculado. Tanto que 5 minutos después entró una enfermera a ponerme el tratamiento. Lo clavamos.

A lo largo de la mañana, tendremos que pasarnos al hospital para dejar zanjado todo el tema de las consultas y demás pruebas que me tienen que hacer este mes. Si es que por una u otra cosa siempre terminamos en el hospital.

Últimamente, no he visto raro con el ojo izquierdo, sólo me han salido hongos en la boca, siento la lengua un poco hinchada y creo que tengo una yaga por la encía. Tendré que darme con un enjuague bucal especial para pacientes oncológicos. Son esas cosas que van apareciendo días después del tratamiento. Mientras sean sólo hongos y no los dolores de las articulaciones todo está bien.

2 comentarios:

  1. Me encanta lo del colchón en el baño jajajaja. Pasarlo bien ahora en Cádiz ;)))).

    ChupelMon

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  2. Mi Chupel, la verdad es que fue una anécdota muy divertida la del baño aún la recuerdo como si fuera ayer je, je, je.
    No sabes cuánto me alegro de que te mole el blog, hazte ya seguidora!
    Te quiero Montmeló

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